Nos vies valent plus que leurs profits

Plataforma 3, Socialisme ou Barbarie: Superar críticamente la experiencia del NPA y refundar el partido sobre nuevas bases programáticas y estratégicas

Votos del CPN : 1 a favor, 40 en contra, 5 abstención, 0 NPPV

Índice

  • 1) Situación internacional: un mundo en crisis, más peligroso y más polarizado
    • i) Una nueva etapa en la lucha de clases internacional
    • ii) Condiciones objetivas, condiciones subjetivas
    • iii) La guerra en Ucrania, el genocidio en Palestina y el retorno de la cuestión nacional
    • iv) La crisis de la democracia burguesa y el ascenso de la extrema derecha
    • v) Las luchas anticapitalistas en el mundo y la necesidad de transformar las revueltas en revoluciones
  • 2) Situación nacional: la crisis política, la derechización del gobierno Macron y la polarización de la lucha de clases en Francia
    • i) Una profunda crisis política, económica y democrática en Francia
    • ii) La crisis del sistema político de la Va República y las reivindicaciones democráticas de los revolucionarios
    • iii) La derechización del gobierno Macron y el ascenso de la extrema derecha
    • iv) El Nuevo Frente Popular y el bloqueo institucional de la izquierda política y sindical
    • v) La polarización de la lucha de clases y la necesidad de un partido revolucionario
  • 3) Partido: superar críticamente la experiencia del NPA
    • i) La escisión del NPA y la capitulación del NPA-L’Anticapitaliste
    • ii) Problemas y desafíos del NPA-Révolutionnaires
    • iii) La «fusión sin precedentes» de dos tendencias mayoritarias y el peligro de convertirse en una versión reducida de Lutte Ouvrière
    • iv) Un partido de combate con una estrategia de lucha política revolucionaria global

Introducción:

El primer congreso del NPA-Révolutionnaires se celebra en un contexto internacional conmocionante. La crisis económica, la guerra en Ucrania, el genocidio en Palestina, el regreso de Trump al poder, el debilitamiento de la democracia burguesa, el ascenso de la extrema derecha, el desastre de Valencia y la crisis ecológica internacional forman parte del cóctel explosivo que el capitalismo nos ofrece a diario. La situación internacional se caracteriza por una crisis múltiple en todos los ámbitos (economía, geopolítica, ecología), pero también por la polarización creciente y asimétrica en la lucha de clases. La insoportable experiencia que la explotación capitalista impone a millones de personas en todo el mundo está impulsando las revueltas de los trabajadorxs, los explotadxs y los oprimidxs contra la opresión capitalista.

Hemos entrado en una nueva etapa de la lucha de clases internacional. El siglo XXI conlleva una nueva serie de problemas políticos que merecen toda nuestra atención. La nueva etapa se caracteriza por una tendencia a los desequilibrios y a la inestabilidad. La situación es reaccionaria, pero la reversibilidad de la lucha de clases podría abrir el camino a nuevas situaciones revolucionarias. En este contexto, es importante reabrir el debate estratégico, superar la crisis de alternativas, profundizar el balance del siglo XX y repensar por nosotros mismos un proyecto de revolución socialista para el período venidero.

A nivel interno, la secuencia abierta desde 2016 con las movilizaciones contra la Ley del Trabajo, seguida por el movimiento de los Gilets Jaunes y los dos movimientos de huelga por las pensiones (por nombrar solo los acontecimientos más destacados) han constituido un periodo de movilización constante y de confrontación con el sistema capitalista. La crisis política actual se caracteriza por el debilitamiento del centro político de la democracia burguesa, la crisis del régimen de la Va República, la traición de las direcciones sindicales, la reorganización de las fuerzas reformistas, la derechización del gobierno de Macron y el ascenso de la extrema derecha. Nos enfrentamos a una inestabilidad creciente, con un gobierno más duro que ataca directamente a los trabajadorxs, incluso con avances autoritarios y antidemocráticos. En este contexto de ofensiva patronal y de creciente combatividad de nuestra clase social, resulta paradójico el debilitamiento de las fuerzas revolucionarias y la ruptura de nuestro propio partido en varios pedazos. La escisión del NPA fue claramente un retroceso, y todxs luchamos para evitarlo. Pero también es cierto que esta crisis ofrece oportunidades, si somos capaces de identificar las razones del fracaso del proyecto fundacional del NPA, para repensar un nuevo proyecto para nuestra organización revolucionaria.

En este contexto, el debate de este congreso parte de la necesidad de hacer balance de la experiencia del NPA, de comprender las metas y los problemas a los que nos enfrentamos para poder superar críticamente la experiencia de nuestra propia organización. Este balance es esencial si queremos lanzar la construcción de la NPA-Révolutionnaires sobre nuevas bases programáticas y estratégicas.

No se trata de celebrar, como proponen los compañeros de la mayoría, un congreso de «dos tercios de evaluación y un tercio de orientación», un congreso para celebrar «la fusión sin precedentes», un congreso de «reestructuración organizativa interna» o incluso un congreso para validar administrativamente la «nueva dirección». No podemos contentarnos con una «continuidad acrítica» del NPA, con enmiendas cosméticas al amplio proyecto de partido de 2009, sin extraer ninguna lección de la experiencia. Tampoco se trata de romper con la organización en la que militamos desde hace años, y que tiene aspectos positivos que hay que reivindicar y mantener.

Por eso, para nosotros, lo que está en juego en este congreso no es la ruptura con el pasado ni la continuidad, sino la necesidad de hacer un balance completo, democrático y colectivo, de superar críticamente la experiencia del NPA, de permitir la refundación del NPA-Révolutionnaires sobre nuevas bases programáticas y sobre premisas estratégicas acordes con la nueva etapa de la lucha de clases que estamos viviendo.

1) Situación internacional: un mundo en crisis, más peligroso y más polarizado

i) Una nueva etapa en la lucha de clases internacional

Los conmocionantes acontecimientos de la situación internacional confirman que hemos entrado en una nueva etapa de la lucha de clases. Nuestra definición general es que nos encontramos en una nueva etapa global de la lucha de clases que tiende al desequilibrio y la inestabilidad. Podemos decir que esta nueva etapa comenzó con la crisis de 2008 (por citar un elemento estructural). Incluye la posibilidad de la reapertura de una era de crisis, guerras, revoluciones, barbarie y reacción.

En pocas palabras: la tendencia a la estabilización que experimentamos en las últimas décadas del siglo XX con la globalización capitalista (la contraofensiva neoliberal, la caída del Muro de Berlín, el fin del mundo bipolar, la hegemonía indiscutible de Estados Unidos, etc.) se ha volteado. La tendencia actual es de desequilibrio permanente, con acontecimientos sangrientos, rebeliones, causas de emancipación y guerras, como en Palestina y Ucrania. El contexto internacional está marcado por un desequilibrio creciente en todos los ámbitos.

Este desequilibrio se expresa en el terreno de la lucha de clases por elementos de «bipolaridad», es decir, por una creciente «polarización» tanto entre Estados como en la lucha entre clases. En la relación entre Estados, tiende a surgir una multipolaridad o una nueva bipolaridad entre el imperialismo occidental y potencias emergentes como China y Rusia. No compartimos la visión escéptica (adoptada por el Congreso SU-QI de 2018) de «desorden» o «caos» en la situación internacional. Esta definición sigue siendo descriptiva sin observar las tendencias en curso que pueden conducir a inclinaciones en una u otra dirección. Es una definición que no nos prepara para la acción.

El capitalismo del siglo XXI nos presenta el panorama de un mundo más polarizado, con tendencia al desequilibrio. A esto se añade la crisis de la democracia burguesa, el auge de la extrema derecha y la tendencia a los extremos. Esta tendencia consiste en pasar de las palabras a los hechos. Hemos entrado en «otro mundo», con la crisis ecológica que amenaza con destruir el equilibrio del planeta, la pandemia del covid 19, los debates sobre la inteligencia artificial y la conquista privada del espacio. El peligro nuclear reaparece en el debate, al igual que la competencia inter-imperialista, el problema colonial, el retorno del militarismo, la marcha hacia la guerra y el potencial de autodestrucción de la humanidad, todo ello sintomático de este nuevo escenario internacional.

La nueva etapa comienza con una coyuntura reaccionaria. La victoria de Trump confirma esta tendencia hacia el ascenso electoral de la extrema derecha a nivel internacional. Sin embargo, los ataques capitalistas reaccionarios también podrían provocar giros a la izquierda y preparar el terreno para el estallido de nuevas revoluciones.

ii) Condiciones objetivas, condiciones subjetivas

Hoy, la clase obrera es masiva, heterogénea y diversa como nunca antes en la historia, pero esto no significa automáticamente que las condiciones subjetivas estén maduras para la revolución socialista. La clase obrera está hoy explotada, en condiciones de gran precariedad laboral. Sufre ataques que amenazan con hacer retroceder las condiciones de trabajo, a través de fenómenos como la externalización [«uberización»] y las contra-reformas.

En el plano subjetivo, consideramos que la caída del Muro de Berlín constituyó, en términos históricos, una apertura para un «nuevo comienzo», para un «nuevo comienzo de experiencia» en la lucha de clases de las nuevas generaciones, liberadas del obstáculo que representaba el estalinismo para el desarrollo de la experiencia revolucionaria. Sin embargo, este nuevo comienzo, que abre la posibilidad de relanzar la perspectiva de la revolución, se produce en el contexto de una ofensiva reaccionaria y de una crisis continua de las alternativas políticas.

Actualmente asistimos a luchas, enfrentamientos y procesos radicalizados de lucha de clases. Los tres ciclos de revueltas populares de las últimas décadas (América Latina a principios de la década de 2000, la Primavera Árabe entre 2010 y 2012 y la ola de revueltas internacionales de 2019) demuestran que hay posibilidades y que la Historia está lejos de terminar. Los procesos de revuelta implican una confrontación radicalizada con los regímenes y un cambio en los asuntos políticos «del palacio a la plaza», es decir, de las instituciones a la confrontación directa en las calles.

Por el momento, las revueltas del siglo XXI no han conducido al derrocamiento del sistema capitalista ni a la apertura de la vía de la transición socialista, aunque varios gobiernos hayan sido derribados por la fuerza de la movilización social. En general, los movimientos sociales más avanzados de la actualidad consiguen actuar de forma independiente, desarrollar marcos de autoorganización y desarrollar una cierta conciencia anticapitalista o antisistema. También están acumulando experiencia, creando efectos espejo entre diferentes movimientos y países, y aprendiendo de la experiencia. En los últimos años, se han desarrollado importantes movimientos internacionales en torno al feminismo, el antirracismo, la ecología, la juventud y, más recientemente, la solidaridad contra la guerra y el genocidio en Palestina.

Pero la transición de la revuelta a la revolución no es automática. Aunque existe cierta conciencia anticapitalista en las movilizaciones, aún no se convierte en una conciencia revolucionaria comunista o socialista. En la mayoría de los movimientos, la clase obrera no consigue situarse en el centro de los acontecimientos, con sus partidos y organizaciones políticas y sindicales. Además, en muchos países (Francia es quizás una excepción a la tendencia general) hay una ruptura histórica en la experiencia revolucionaria entre generaciones, por lo que es necesario redescubrir el hilo de la continuidad histórica. Por ejemplo, la recomposición de la clase obrera en Estados Unidos, fenómeno muy progresista que se inscribe en esta caracterización de renovación histórica, busca referencias en las generaciones anteriores, en ausencia de continuidad.

Todo ello pone de manifiesto la necesidad de construir partidos revolucionarios capaces de intervenir en los procesos de movilización, teniendo en cuenta el carácter global de los problemas políticos. Se necesitan partidos revolucionarios capaces de hacer balance de la experiencia del siglo XX, haciendo balance del estalinismo y la burocratización, para superar la crisis de alternativas, la fragmentación, la despolitización y el rechazo a la forma partido.

La actual polarización mundial podría reabrir la puerta a un recrudecimiento de la lucha de clases y al surgimiento de situaciones prerrevolucionarias. Estas tareas de preparación y debate estratégico, al calor de la lucha, están a la orden del día para los revolucionarios en el periodo actual.

iii) La guerra en Ucrania, el genocidio en Palestina y el retorno de la cuestión nacional

La situación mundial actual está marcada por el retorno de la guerra imperialista. El elemento geopolítico es una de las principales preocupaciones de la situación mundial actual, con la disputa entre Estados Unidos, con sus aliados occidentales, y los nuevos imperialismos en construcción en China y Rusia.

En cuanto a la cuestión de la guerra y de las causas de emancipación nacional, constatamos la existencia de dos procesos abiertos en Ucrania y Palestina, que evolucionan diariamente, en particular en este momento con la invasión del Líbano por el ejército israelí y la amenaza de una guerra que podría extenderse a toda la región del Medio Oriente.

Con respecto a la guerra en Ucrania, formulamos la siguiente pregunta como contribución al debate: en nuestra opinión, la guerra en Ucrania es la superposición de dos conflictos. Esta es la primera caracterización que escribimos al comienzo de la guerra. Es una causa de emancipación nacional del pueblo ucraniano contra la invasión rusa, así como un conflicto interimperialista, una guerra por delegación, entre el imperialismo occidental y Rusia. Caracterizamos a Rusia como un imperialismo en ciernes, no equivalente al imperialismo occidental, sino como una potencia capitalista que pugna por su esfera de influencia. Con el desarrollo de la guerra y la instrumentalización por Zelensky y la OTAN de la resistencia ucraniana, el elemento de la legítima emancipación nacional ha sido menos evidente que el conflicto interimperialista. Desde este punto de vista, no compartimos la posición de las corrientes que piden el envío de armas a Ucrania, ni de los que no ven una restauración capitalista en Rusia (según los dos extremos de posiciones dentro del movimiento trotskista sobre Ucrania).

Añadiríamos otro elemento que nos parece importante, y es el balance del estalinismo en Ucrania. Nos parece necesario tener en cuenta el «Holodomor» y las relaciones entre los pueblos ruso y ucraniano a nivel histórico para poder formular una política revolucionaria. Este elemento nos parece una clave estratégica para pensar una política revolucionaria en el contexto de la guerra en Ucrania, que está prácticamente ausente en la elaboración de muchas corrientes revolucionarias sobre la cuestión.

En cuanto a la guerra en Medio Oriente, estamos a favor del apoyo incondicional a los pueblos palestino y libanés, contra la guerra sionista del gobierno de extrema derecha de Netanyahu y por una Palestina libre, laica, única y socialista, donde todos los pueblos puedan coexistir en paz.

Para el pueblo palestino, no se trata de un conflicto que haya comenzado el 7 de octubre de 2023. Por supuesto, el 15 de mayo de 1948 marca el comienzo de la Nakba (catástrofe en árabe) para los palestinos. Ese día, las autoridades británicas se retiraron de Palestina para dar paso a la solución de los dos Estados (uno árabe y otro judío) decidida por las grandes potencias y validada por la ONU, a pesar de la oposición de todos los países árabes de la región. La historia que siguió a ese día es bien conocida. El Estado de Israel ganó la guerra contra los Estados árabes y esto marcó el comienzo de un largo proceso de colonización, ocupación, apartheid y limpieza étnica de la población árabe por parte del Estado sionista.

Hoy, 76 años después, el gobierno de Netanyahu lleva a cabo una ofensiva genocida contra la Franja de Gaza y se dispone a extender la guerra a toda la región. Los gobiernos occidentales, como el de Biden y compañía, son cómplices del genocidio. Por su parte, el gobierno de Macron reprime cualquier manifestación de solidaridad con quienes luchan en Francia para detener la masacre.

Desde el año pasado, jóvenes estudiantes lideran la movilización en apoyo del pueblo palestino. Los estudiantes de la Universidad de Columbia, en Estados Unidos, han iniciado un movimiento mundial de acampadas, una «intifada estudiantil» en las universidades para expresar toda su solidaridad con los palestinos. En Francia, se realizaron asambleas generales, ocupaciones y concentraciones en la Sorbonne, Tolbiac, Sciences Po, Paris 4, Paris 8 y muchas sedes regionales de Sciences Po. La movilización de los jóvenes se extendió a los cuatro rincones del mundo. En América Latina, se realizaron acampadas y acciones en las universidades de Costa Rica, Buenos Aires y São Paulo, con la participación de nuestros compañeros del colectivo estudiantil «¡Ya Basta!

A pesar de las movilizaciones y de la presión internacional, que ha pasado de condenar a los terroristas a apoyar al pueblo palestino contra el genocidio, los atentados continúan en Palestina y Netanyahu extiende su guerra en la región, especialmente en Líbano. Sin embargo, la causa del pueblo palestino sigue siendo un elemento clave en la situación mundial. No es insignificante que sectores de la población estadounidense hayan decidido no votar al Partido Demócrata ante la falta de claridad sobre la cuestión del embargo de armas o del cese el fuego. La movilización consiguió instalar en la conciencia de amplios sectores de la población la importancia de apoyar al pueblo palestino. Las resoluciones del Tribunal Penal Internacional, simbólicas, son insuficientes, pero expresan los límites del apoyo incondicional a Israel en el genocidio de Palestina.

Apoyamos la exigencia de un alto el fuego como medida inmediata y exigimos el programa de una Palestina laica y socialista que sólo será posible mediante el trabajo de su propio pueblo organizado. No compartimos ni los métodos ni el programa del Hamás y no damos ningún apoyo político a esta organización. Lo mismo ocurre con el Fatah, que consideramos un traidor que ha dado vía libre a Israel y que ha hecho retroceder las reivindicaciones del pueblo palestino con su política de concesiones.

Consideramos un error político la posición de la mayoría de nuestro partido, que se negó a pedir un cese el fuego inmediato tras el avance militar de Netanyahu, por preocupación de demarcación con los reformistas. Estamos en contra de los reflejos sectarios en el movimiento revolucionario que nos sitúan fuera del movimiento de solidaridad internacional. A diferencia de los compañeros de Lutte Ouvrière, enarbolamos con orgullo la bandera palestina, símbolo de la resistencia antimperialista mundial. En este sentido, no compartimos las posiciones «ni Hamás ni Netanyahu», que ponen en pie de igualdad a los oprimidos y a los opresores. Del mismo modo, no podemos unir la lucha del pueblo palestino al apoyo a Hamás, una perspectiva que desarma las movilizaciones y las perspectivas emancipadoras.

Las guerras en curso demuestran la importancia de la cuestión nacional y de las luchas antiimperialistas en el siglo XXI. Es una evidencia que la mayoría de las corrientes presentes en la reunión de Milán rechazan. Apoyamos el derecho de los pueblos oprimidos a la autodeterminación. La lucha internacional contra la guerra imperialista es una de las principales tareas al orden del día en la actual situación internacional.

iv) La crisis de la democracia burguesa y el ascenso de la extrema derecha

El factor dominante en la situación internacional. La llegada al poder de varios gobiernos de extrema derecha a nivel internacional parece ser la solución elegida por un sector de grandes capitalistas, en este mundo en crisis más peligroso y polarizado. La reciente victoria electoral de Trump en la primera potencia mundial agravará las tendencias a los desequilibrios, así como los conflictos geopolíticos económicos y la profundización del genocidio y la guerra en Palestina. Esta victoria también alentará a los Milei, Orban, Meloni, Le Pen y compañía en sus planes de gobiernos reaccionarios y antisociales.

La extrema derecha de nuestra época constituye lo que algunos analistas caracterizan como «regímenes antiliberales». Es decir, regímenes que atacan los derechos fundamentales y la visión racional del mundo. La extrema derecha actual es un asalto a la razón, un movimiento contrarrevolucionario que ataca las conquistas de la modernidad defendiendo teorías conspirativas, supremacistas, racistas, negacionistas y misóginas. El ataque al derecho al aborto, a los derechos de las personas trans y el ataque implacable a las poblaciones migrantes forman parte del programa reaccionario de una extrema derecha a la ofensiva contra los derechos de los trabajadores.

Los reaccionarios en el poder en todo el mundo combinan los ataques sociales con avances bonapartistas y antidemocráticos. La extrema derecha no sólo implica un programa social reaccionario, sino también intentos de un cambio de régimen político más autoritario. Desde este punto de vista, es tanto «parlamentaria» como «extraparlamentaria». Recordemos el asalto al Capitolio por parte de partidarios de Trump en el momento de la victoria de Biden, así como las acciones de los bolsonaristas en Brasil tras la derrota de Bolsonaro. El avance de la extrema derecha pone en cuestión los derechos democráticos más básicos, por lo que la defensa de las libertades democráticas está a la orden del día para los revolucionarios de todo el mundo.

La inestabilidad de la situación mundial beneficia actualmente a la extrema derecha, mientras que los centristas contribuyen a organizar las derrotas electorales. Asistimos a una crisis de la democracia burguesa, en la que el bipartidismo tradicional y la alternancia entre partidos tradicionales de derecha y de izquierda están siendo cuestionados. El debilitamiento del centro político está ligado no sólo al fracaso de los partidos tradicionales en el poder, incapaces de responder a la crisis económica en interés de los trabajadores, sino también al cretinismo parlamentario de quienes pretenden combatir los ataques reaccionarios con métodos puramente institucionales.

En este sentido, en un contexto en el que no hay condiciones económicas para el establecimiento de gobiernos reformistas capaces de otorgar concesiones sociales, las formaciones de la izquierda institucional en varios países apenas logran ofrecer una alternativa real al poder, por su incapacidad de enfrentar los ataques capitalistas con métodos revolucionarios de la clase trabajadora, extraparlamentariamente, a través de la rebelión popular, las huelgas, la autoorganización y las manifestaciones callejeras.

v) Las luchas anticapitalistas en el mundo y la necesidad de transformar las revueltas en revoluciones

La lucha de clases deja poco espacio para posiciones derrotistas, alarmistas o melancólicas. Los ataques capitalistas encuentran en la experiencia de los explotadxs y oprimidxs un «bipolo» de lucha y resistencia contra el sistema. Las insoportables condiciones de explotación, miseria, guerra y destrucción del planeta a las que nos conduce el capitalismo, producen un contrapeso de movilizaciones sociales, con una fuerte tendencia a la radicalización, la politización y la acumulación de experiencias que confluyen en el proceso de reinicio de la experiencia histórica de las nuevas generaciones.

En el mundo actual, los avances reaccionarios coexisten con movimientos de lucha progresistas, al tiempo que se observa una tendencia al surgimiento de movimientos cada vez más internacionales, coordinados a escala mundial. La «otra cara de la moneda» del genocidio en Palestina son, para la burguesía, las enormes muestras de solidaridad expresadas en multitudinarias manifestaciones en todo el mundo y en las acampadas y ocupaciones de campus universitarios por parte de jóvenes estudiantes.

A nivel internacional, asistimos a huelgas y luchas por los salarios, contra la inflación y el alto coste de la vida en muchos países. Nuevas generaciones de jóvenes trabajadores luchan por defender sus condiciones de vida frente a los ataques de los gobiernos capitalistas. En este sentido, nos interesa mucho la ola de sindicalización y de recomposición obrera en Estados Unidos. Este fenómeno de recomposición obrera es particularmente importante en un país donde la represión sindical es muy fuerte. La sindicalización en Amazon y Starbucks y la conferencia internacional de trabajadores de plataformas en Los Ángeles son pruebas de este fenómeno en curso en la primera potencia mundial.

Por otra parte, el movimiento feminista sigue siendo uno de los principales movimientos sociales del mundo. Caracterizamos este movimiento como de carácter internacionalista, con métodos de lucha de clases como la huelga de mujeres y expresiones de solidaridad internacional con muchas de nuestras luchas de clase. Las mujeres están siempre en primera línea de los ataques de los gobiernos reaccionarios, como en Irán y Afganistán, y en algunos países son las primeras en construir la contestación a estos regímenes. Las movilizaciones por el derecho al aborto y contra la violencia hacia las mujeres, las marchas del orgullo y por los derechos LGBTI, son un contrapeso progresista a la ola reaccionaria internacional. La construcción de marcos para la autoorganización del movimiento feminista y la intervención de revolucionarias para construir un feminismo socialista revolucionario internacional, como ejemplifica el colectivo feminista «Las Rojas», son fundamentales en este sentido.

Aunque la última coyuntura estuvo marcada por los elementos reaccionarios de la guerra imperialista, en los últimos años también hemos visto muchas revueltas populares en los cuatro rincones del mundo que podrían reaparecer en la escena política internacional. De hecho, en muchos países del mundo estamos asistiendo a un desplazamiento de los asuntos políticos de las instituciones a la confrontación directa en las calles. Estas revueltas contra las feroces condiciones de vida del capitalismo, que por el momento logran incluso desafiar a los regímenes, no consiguen desencadenar procesos revolucionarios. Podemos enumerar los países que han visto revueltas generalizadas en los últimos años: Ecuador, Chile, Colombia y Perú en América Latina; Argelia, Hong Kong y Sri Lanka, entre otros. A ellos podemos añadir las poderosas movilizaciones en Francia o también el Black Lives Matter contra el racismo de Estado y la violencia policial en Estados Unidos.

En estas revueltas, los jóvenes se politizan, intervienen y desempeñan un papel central, como en Chile, donde los estudiantes de secundaria desencadenaron una movilización nacional histórica. En Argentina, casi un centenar de universidades han sido ocupadas en los últimos meses en un movimiento histórico de defensa de la enseñanza pública frente a los ataques de los Milei. El papel de los compañeros del colectivo estudiantil «¡Ya Basta!» ha sido decisivo en la construcción de un movimiento nacional contra el gobierno de extrema derecha.
Estamos a favor de que estas revueltas lleguen al final de su proceso de confrontación con el sistema capitalista. En este mundo de polarización política, la politización y la radicalización de la juventud y de la clase obrera pueden abrir el camino a nuevas situaciones prerrevolucionarias. Estamos asistiendo a un reinicio histórico de la experiencia de los explotados y oprimidos. La construcción de un partido revolucionario es esencial para transformar las revueltas en auténticas revoluciones sociales: un partido enraizado en la clase obrera y la juventud que permita a la población revuelta pensar en perspectivas globales. Los fenómenos internacionales de movilización y lucha que trascienden las fronteras nacionales también ponen de manifiesto la urgente necesidad de construir una internacional revolucionaria.

2) Situación nacional: la crisis política, la derechización del gobierno Macron y la polarización de la lucha de clases en Francia

i) Una profunda crisis política, económica y democrática en Francia

En Francia, la secuencia abierta por la movilización contra la Ley del Trabajo en 2016 y luego principalmente por el movimiento de los Gilets Jaunes y las huelgas de pensiones (por nombrar solo los principales movimientos sociales) ha producido una continuidad de la lucha de clases y las movilizaciones sociales. Los ataques patronales en forma de contrarreformas laborales y de las pensiones, las medidas reaccionarias, securitarias y antidemocráticas de los gobiernos han provocado reacciones en la sociedad e importantes movilizaciones de trabajadores y de la juventud.

En este sentido, el Gobierno de Macron, que no era «ni de derecha ni de izquierda» en 2017, asume hoy un perfil reaccionario en alianza con la derecha y la extrema derecha. La derechización de Macron, la polarización en la lucha de clases, el ascenso electoral de la extrema derecha, en un contexto de crisis económica y guerras a nivel internacional, y la crisis de los partidos tradicionales son elementos que explican la actual crisis política. Se trata de una crisis política del régimen con profundos problemas democráticos, en la que crece la tendencia al desequilibrio. Esta situación podría desembocar en nuevos e importantes enfrentamientos sociales. En este sentido, la izquierda institucional y las direcciones sindicales están jugando al circo parlamentario y al diálogo social, sin proponer perspectivas reales de lucha para los trabajadores y las clases populares.

Podemos decir que la crisis actual es la combinación de una crisis múltiple que afecta a aspectos económicos, políticos y democráticos. En el plano económico, es evidente que desde hace años estamos viviendo una política patronal ofensiva contra las condiciones de vida de los trabajadores con el fin de garantizar beneficios cada vez mayores a los capitalistas. Oleadas de despidos, cierres de fábricas, aumento de la inflación, pérdida de poder adquisitivo y el impacto de la crisis económica internacional (la crisis de 2008, la pandemia, la guerra de Ucrania, etc.) están empeorando las condiciones de vida de los trabajadores y trabajadoras. Además, asistimos a años de contrarreformas laborales y de las pensiones, a la retirada de concesiones y conquistas sociales, a la privatización de empresas públicas y a la destrucción de los sistemas públicos de sanidad y educación.

Políticamente, tras el quinquenio de François Hollande, el bipartidismo oficioso del PS-LR, que se derrumbó, dio paso al «extremo centro, ni de izquierda ni de derecha» de Macron, encargado de hacerse cargo de los asuntos de la burguesía ante la inestabilidad de la polarización que se avecinaba entre una extrema derecha en ascenso y los neorreformistas. El hundimiento del PS tras el 49.3 de Hollande y la movilización contra la Ley del Trabajo abrieron una secuencia de crisis políticas de representatividad aún abierta hoy. Los dos partidos que antes representaban la estabilidad del bipartidismo, la cohabitación y la alternancia burguesa no estuvieron presentes ni en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales de 2017 ni en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales de 2022. En este sentido, si el «presidente de los ricos» consiguió ser reelegido, no fue porque las masas confiaran en su programa, sino por la táctica electoral de «hacer barrera a la extrema derecha», una orientación que se ha convertido en un rasgo estructurante de la vida política en Francia en el último periodo.

ii) La crisis del sistema político de la Va República y las reivindicaciones democráticas de los revolucionarios

La profundidad de la crisis en Francia repercute en la percepción del régimen por parte de la opinión pública y plantea cuestionamientos sobre el régimen en su conjunto. La crisis del régimen se expresa en la incapacidad de los gobernantes para mediar entre las clases y en la necesidad de recurrir cada vez más al autoritarismo, como el uso sistemático del 49.3 y la represión policial y judicial contra cualquier forma de protesta social para imponerse. Las tasas récord de abstención y la crisis de los partidos tradicionales forman parte de este fenómeno.

La crisis del régimen francés también se expresa en las grandes revueltas de las regiones colonizadas, como Martinica y su movimiento contra la carestía de la vida y la reivindicación nacional kanak. En los territorios de ultramar se intensificó la cólera contra el colonialismo francés y la única respuesta del Estado es la represión. La deportación de activistas kanak a la Francia continental fue un ejemplo concreto de la violencia colonial francesa. Los levantamientos en Kanaky contra la descongelación del cuerpo electoral, entre otros, y las revueltas contra el alto coste de la vida en Martinica y Guadalupe han llamado la atención sobre los territorios de segunda clase del Estado francés y demuestran la necesidad de que nuestra clase y nuestro partido tengan respuestas políticas para los movimientos de resistencia al régimen.

La Vª República no es una república parlamentaria, sino una república presidencial. En el Estado burgués, el poder no pertenece a los políticos; éstos no son más que los ejecutores de la burguesía. La lucha contra la Vª República es esencial en el período actual para organizar a nuestra clase en un momento en que las propias masas la cuestionan. Por eso hemos mantenido la necesidad de proponer «Macron dimisión» como consigna en los momentos más intensos de la lucha contra la reforma de las pensiones. Necesitamos derribar esta República a través de la movilización y las huelgas. Tenemos que tomar estas demandas democráticas y utilizarlas para elevar la conciencia de nuestra clase, para dirigir la lucha por la democracia, para demostrar que sólo los métodos revolucionarios son los correctos para defender los intereses de la clase obrera.

En Francia, el problema democrático es profundo. No podemos escribir que la democracia burguesa va bien y que la mayoría de los votantes se fueron a la derecha en las últimas elecciones. Eso equivale a legitimar la autoridad del gobierno. Los dos grandes movimientos sociales recientes, los Gilets Jaunes y la lucha contra la reforma de las pensiones partieron de reivindicaciones democráticas de las masas, con la consigna «Macron dimisión», que estaba en el centro de las manifestaciones.

Tras la llegada al poder del nuevo gobierno Barnier, el tema también fue retomado por el llamamiento de las organizaciones de la juventud. Un combativo llamamiento denunciaba correctamente el «golpe de fuerza antidemocrático» y exigía la «dimisión de Barnier y Macron». Apoyar la demanda contra el gobierno es un elemento central de una política revolucionaria para el período, de la posibilidad de proponer una alternativa a los gobiernos de los ricos y de la clase dominante. En este sentido, proponer una «asamblea constituyente soberana» construida desde abajo nos parece una orientación a desarrollar e imponer en contradicción con el proyecto de la VIª República burguesa.

Necesitamos organizarnos para defender y conquistar derechos democráticos que fortalezcan la lucha de nuestra clase contra la burguesía y den a los revolucionarios más terreno para su lucha. Consideramos que el auge internacional de la extrema derecha en el periodo actual (Trump, Bolsonaro, Milei, etc.) pone en la agenda las reivindicaciones democráticas, incluso en los países europeos, porque esta extrema derecha cuestiona las libertades democráticas y busca avanzar en regímenes de excepción o mecanismos de gobierno más autoritarios.

iii) La derechización del gobierno Macron y el ascenso de la extrema derecha

Desde su llegada al poder en 2017, el gobierno de Macron ha experimentado gradualmente un proceso de derechización con todo un programa de ataques capitalistas, autoritarios y reaccionarios contra los trabajadores y las clases populares. El desmantelamiento de los servicios públicos, la apertura de los transportes a la competencia, la supresión del impuesto sobre el patrimonio, la gestión capitalista de la pandemia, la reforma antipopular de las pensiones, los despidos y recortes laborales y presupuestarios forman parte del plan de ataque de Macron. Macron ha sido responsable de una brutal represión de la movilización social, con la violencia policial alcanzando su punto álgido durante las protestas de los Gilets Jaunes y continuando contra el movimiento de solidaridad con Palestina en particular. El autoritarismo del gobierno también se vio en su tendencia a gobernar utilizando el 49.3, con una política de derechas que alentó el ascenso electoral de la extrema derecha, en alza en Francia desde principios del siglo XXI.

El estallido de la masacre en Palestina tras el 7 de octubre por parte del ejército israelí reavivó las tensiones políticas en Francia, con los titubeos de la FI por un lado y por otro los juicios por antisemitismo lanzados por el PS y RN, y sobre todo por la mayoría presidencial, contra todos aquellos que expresaban su solidaridad con el pueblo palestino. Macron se distinguió entonces por su servilismo a Netanyahu, llegando incluso a asistir al partido Francia-Israel cuando, unos días antes, el ejército israelí había detenido a policías franceses. Macron ha afirmado que no suministra armas a Israel, pero no es cierto: Francia suministra piezas para la fabricación de armas israelíes. El gobierno francés está atrapado en una lógica que lo arrastra cada vez más hacia las tesis de la extrema derecha.

Macron se benefició del voto republicano para bloquear a Le Pen en 2022, pero ha traicionado en gran medida este mandato democrático al aplicar ya en su gobierno gran parte del programa de la extrema derecha. La Ley de Asilo e Inmigración, que Le Pen describió como «una victoria ideológica» para el Rassemblement National, es un ejemplo de Macron y Le Pen trabajando juntos en ideas racistas y ataques a los inmigrantes.

La extrema derecha de Marine Le Pen forma parte de la ola reaccionaria internacional, adoptando ideas antiglobalización, antimigrantes, antieuropeas y de defensa de los intereses capitalistas y nacionales. A su racismo, xenofobia e islamofobia se une su apoyo a Israel y a su política genocida. Esta complicidad entre Macron y Le Pen se expresó de nuevo durante las movilizaciones «llamadas contra el antisemitismo», que no eran más que manifestaciones reaccionarias de apoyo al sionismo.

La victoria electoral de Bardella en las elecciones europeas y la disolución de la Asamblea Nacional por parte de Macron han ejercido una fuerte presión electoral hacia la extrema derecha, que se está posicionando como la principal alternativa al Gobierno de Macron, a pesar de no haber conseguido ganar las elecciones legislativas ni nombrar a un Primer Ministro de su familia política.

En este sentido, la elección de Macron de nombrar primer ministro a Michel Barnier, un político del grupo más pequeño de la Asamblea Nacional, un viejo político de Les Républicains (LR), confirma una orientación reaccionaria que no desagrada a la extrema derecha. Es un homófobo retrógrado de la «Manif pour tous», que lleva años impulsando la agenda de la extrema derecha. Los ataques a los migrantes, los recortes presupuestarios y las oleadas de despidos que se avecinan son un plan de gobierno contra el que vamos a tener que luchar en la próxima secuencia de la lucha de clases.

Aunque el gobierno Macron-Barnier, con la complicidad de la extrema derecha, constituye actualmente un polo reaccionario dominante, todavía no ha logrado imponer una derrota histórica a la clase obrera en Francia, que sigue mostrando su combatividad en cada movilización social.

iv) El Nuevo Frente Popular y el bloqueo institucional de la izquierda política y sindical

En los últimos meses, los partidos de la izquierda reformista han centrado todos sus esfuerzos en una estrategia puramente electoral y respetuosa con las instituciones. El Nuevo Frente Popular, frente de conciliación de clases de Poutou a Hollande, empezó por devolver la salud al Partido Socialista y resucitar a viejos políticos servidores del capital. Para la segunda vuelta de las elecciones legislativas, su perspectiva política era utilizar la táctica del repliegue para hacer elegir a Elisabeth Borne, Gérald Darmanin y otros diputados macronistas, con el pretexto de luchar contra la extrema derecha. Después de las elecciones, hemos tenido que esperar muchas semanas para ver surgir un débil plan de cohabitación con Macron, encarnado por Lucie Castets, una tecnócrata más cercana al Partido Socialista y a la patronal que a las aspiraciones de los trabajadores.

La estrategia del frente republicano y de la barrera electoral contra la extrema derecha no dieron sus frutos, porque se jugó únicamente en el terreno institucional sin salir de un régimen que limita todas las posibilidades democráticas y porque permitió restablecer los partidos gubernamentales en alianza con la extrema derecha. Tras este fracaso, estos mismos políticos reformistas empezaron a proclamarse como la alternativa para 2027, o a recurrir a mecanismos institucionales, como si se pudiera hacer dimitir a Macron únicamente por medios institucionales.

Aunque Mélenchon y compañía dicen encarnar un frente popular de resistencia al gobierno y a la extrema derecha, la realidad es que su orientación puramente electoral es incapaz de organizar a los trabajadores para formar un polo de resistencia. En lugar de representar electoralmente las intensas movilizaciones sociales de los últimos años, el NFP confina las revueltas de nuestra clase social a los parlamentos y sólo prepara derrotas. En este sentido, la adaptación del NPA-L’Anticapitaliste a esta formación electoral es una orientación liquidacionista de capitulación política.

En este sentido, el papel de las direcciones sindicales está lejos de estar a la altura de la situación. Durante las elecciones, los sindicatos se contentaron con llamar a votar bien al NFP, haciendo sonar la alarma del fascismo sin llamar a ninguna jornada de huelga ni de movilización nacional. Desde el otoño, las direcciones sindicales han llamado a una única jornada aislada de movilización sin mañana, desarmando las perspectivas de los trabajadores para luchar contra el gobierno Macron-Barnier.

Una de las últimas grandes movilizaciones nacionales fue la lucha contra la reforma de las pensiones. La negativa de la intersindical a convocar una huelga indefinida, y su incapacidad para ir más allá de este marco, permitió a Macron aprobar su reforma. Las direcciones sindicales hicieron todo lo posible para salvar al presidente Macron, a pesar de que su mandato estaba amenazado. Desviaron la cólera de los trabajadores hacia una estrategia perdedora: diálogo, referéndum, moción de censura, carta a los diputados, reunión con Mme Borne, estas «tácticas» institucionales llevaron al movimiento a un callejón sin salida. Estas «tácticas» institucionales han llevado al movimiento a un callejón sin salida. Los ceses de tareas marcados por la intersindical a la espera de que las instituciones respondan han hecho que el movimiento pierda impulso.

La incapacidad de la Intersindical para formular una política ganadora puso de manifiesto la necesidad de autoorganización de los huelguistas a nivel de base, para poner en marcha una política alternativa que permitiera ganar las reivindicaciones. Se han hecho intentos, especialmente por parte de la Coordination Nationale Étudiante, encabezada por el NPA Jeunes y otros. Esta coordinación de estudiantes en lucha a nivel nacional fue capaz de coordinar jornadas de movilización entre los jóvenes, cuando la Intersindical no ofrecía nada al movimiento. También fue el caso de las asambleas interprofesionales y de los huelguistas que fueron a la huelga prorrogable, como los basurerxs y los refinadores.

La movilización contra la reforma de las pensiones también reveló la naturaleza represiva, autoritaria e injusta de las políticas capitalistas de Macron en su conjunto. Por eso las calles llevan semanas gritando «Macron dimisión», poniendo en cuestión la legitimidad del poder político y de su régimen. Durante el discurso de Macron el 17 de abril de 2023, se organizaron cientos de cacerolazos para dejar de escuchar al Presidente. Estos elementos suscitaron una crisis política que sigue abierta, con un fuerte cuestionamiento democrático de la legitimidad del gobierno.

El NPA-R no apoyó la consigna «Macron dimisión». Sin embargo, era importante defender esta consigna. El argumento que se nos presentó fue que si el movimiento conseguía que Macron dimitiera, entonces ganaría la extrema derecha. Pero los partidarios de Le Pen y Zemmour no estaban en la calle. Si un movimiento social arraigado en la izquierda destituye a un presidente, eso cambia completamente el equilibrio de poder y pone a los trabajadores en lucha en el centro del juego político. Por supuesto, nuestro objetivo final es el derrocamiento del capitalismo. Para lograrlo, nuestra clase debe ganar confianza en sus luchas. Deshacerse de un presidente, si la calle lo pide, es una de las formas de ganar esa confianza.

v) La polarización de la lucha de clases y la necesidad de un partido revolucionario

La última secuencia de la lucha de clases en Francia nos muestra que hay una acumulación de experiencia de lucha contra el gobierno de Macron y el sistema capitalista. El contrapeso al avance derechista de Macron y al ascenso electoral de la extrema derecha se encuentra menos en la perspectiva electoral del PFN que en las movilizaciones y luchas de nuestra clase. En vísperas de la primera vuelta de las elecciones legislativas, en las que ganó Bardella, las calles de París se llenaron de miles de manifestantes que expresaban su apoyo al pueblo palestino. De este modo, aunque la derecha y la extrema derecha avanzan en sus posiciones electorales y ganan terreno, sobre todo en las pequeñas ciudades y en el campo, las calles de las grandes ciudades resisten.

Los grupos que son los principales objetivos de la extrema derecha se están organizando en diversas luchas existentes. La lucha antirracista del comité Adama, pero también la justicia para Nahel, combaten el racismo en Francia. Estas luchas contra el racismo y la violencia policial son absolutamente fundamentales. En Francia y en otros lugares, como en Estados Unidos, asistimos a una politización de la juventud en torno a la lucha contra la violencia policial, las políticas racistas y los ataques de la extrema derecha. Los jóvenes están indignados por el racismo de los gobiernos de Borne y Barnier, como lo demuestran las movilizaciones convocadas por el comité Adama y las manifestaciones que siguieron al asesinato de Nahel en los barrios populares. Nuestra organización debe afirmar un claro perfil antirracista, adoptando una política que integre la lucha contra el racismo en nuestros ámbitos de acción.

Las luchas ecológicas como la de los Soulèvements de la Terre [Levantamientos de la Tierra] se enfrentan a los negacionistas del cambio climático y a quienes permiten que los capitalistas destruyan el planeta para obtener cada vez más beneficios. Hace muy poco, la tragedia de Valencia nos demostró que las cuestiones ecológicas están alcanzando a nuestra clase, le interesen o no. Creemos que una organización de la sociedad gestionada únicamente por los propios trabajadores puede poner fin a la crisis climática. Para ser inteligibles sobre el tema, es importante que el partido desarrolle una posición sobre la ecología que nos permita conectar los vagones entre nuestros objetivos finales, las medidas transitorias y las reivindicaciones inmediatas.

La lucha contra la violencia sexual, transfóbica y lgbtifóbica también sigue siendo de actualidad. Las mujeres y las personas LGBTI son agredidas repetidamente. Esta realidad se ve acentuada por la retórica conservadora de la extrema derecha y el discurso de Macron sobre el «rearme demográfico». Vemos que la juventud feminista estalla de rabia, pero carece de alternativas a las que recurrir.

En el punto de mira de los ataques y de las reformas cada vez más reaccionarias, como la Ley de Inmigración, está también la necesidad imperiosa de apoyar las acciones de los colectivos de inmigrantes sin papeles en las estructuras sindicales, estudiantiles y asociativas y de proponer acciones e incluso consignas que vinculen sus reivindicaciones de regularización a la batalla por la abolición de las fronteras y contra el Estado imperialista francés.

Debemos unirnos incondicionalmente a la lucha del pueblo palestino, que lucha ante todo contra la prohibición de las manifestaciones y las calumniosas acusaciones de antisemitismo, por un cese del fuego inmediato y para exigir la libertad de Georges Ibrahim Abdallah.

Los ataques de la patronal, con los 150.000 empleos que podrían suprimirse en los próximos meses, suscitarán la resistencia de nuestra clase. Los trabajadores de MA France ya han pasado por 5 meses de huelgas. Los próximos cierres de fábricas como Stellantis en Poissy, probablemente antes de 2028 (2.500 trabajadores), Michelin en Cholet y Vannes y el plan de despidos en Auchan llevarán a una confrontación muy directa con la burguesía. En cuanto al flete SNCF, todos los sindicatos llaman a una huelga indefinida a partir del 11 de diciembre contra el desmantelamiento de la filial. Las huelgas y movilizaciones de los trabajadores contra los ataques de la patronal continúan. A los revolucionarios nos toca luchar por la autoorganización, superar la burocracia sindical y unir a los trabajadores en la lucha por conquistar sus reivindicaciones.

Las luchas existentes y las mencionadas anteriormente están llenas de activistas y militantes (jóvenes, pero no sólo) que representan un terreno fértil para construir una perspectiva revolucionaria. Estas luchas también están tendiendo puentes a nivel internacional, con un enorme potencial de politización, coordinación y reagrupamiento. La necesidad de intervenir en estas luchas para proponer iniciativas globales y un partido abierto a las luchas se hace imprescindible si queremos construir una revolución para el siglo XXI. Una expresión política revolucionaria debe ser capaz de reagruparse y dialogar con estos movimientos existentes para darles una perspectiva global de rabia contra el sistema y elaborar consignas de transición, con una perspectiva de construcción en la vanguardia revolucionaria de los movimientos de protesta social. Esto nos lleva al debate sobre las perspectivas de construcción de nuestro partido y sobre la evaluación crítica de la experiencia de nuestra propia organización, que es fundamental en el contexto de un congreso de refundación.

3) Partido: superar críticamente la experiencia del NPA

i) La escisión del NPA y la capitulación del NPA-L’Anticapitaliste

La nueva etapa de la lucha de clases pone sobre la mesa la necesidad de repensar la estrategia de los revolucionarios para intervenir en la situación tal y como se presenta en el periodo actual. Esta etapa nos prepara para importantes confrontaciones y grandes oportunidades de intervención y construcción para relanzar la perspectiva del proyecto revolucionario.

En este contexto, la escisión del NPA es un acontecimiento importante para la izquierda revolucionaria en Francia. Es claramente un paso atrás, un desenlace negativo para los problemas políticos contra los que todos luchamos desde hace años. Por nuestra parte, nos posicionamos «Contra la implosión del NPA» en 2020, así como por la unidad de las corrientes a la izquierda del partido para evitar la deriva liquidacionista, apoyando al Pf5 en la Conferencia de 2021 y al PfC en el Congreso de 2022.

Podemos decir que los debates que atravesaban nuestra organización, entre la corriente histórica mayoritaria (procedente de la antigua dirección de la LCR y del SU-QI) y las tendencias de izquierda del NPA encontraron una resolución en la escisión de 2022 en torno a los debates sobre nuestros vínculos con La France Insoumise y la NUPES. Finalmente, en 2024, la separación se produjo definitivamente (incluso a nivel jurídico) con la integración del NPA-L’Anticapitaliste en el Nouveau Front Populaire y la presentación del NPA-Révolutionnaires a las elecciones europeas y legislativas de forma independiente.

La adaptación de nuestros antiguos compañeros a la política del NFP desde «Poutou hasta Hollande» no es un hecho insignificante, sino la confirmación de una orientación oportunista de adaptación a las instituciones con el pretexto de la lucha contra la extrema derecha. Es una deriva que comenzó durante las presentaciones electorales con France Insoumise en Occitanie y Nouvelle-Aquitaine. Es una deriva que implicó el abandono de la perspectiva de la independencia de clase, en alianza con los partidos capitalistas burgueses.

Esta orientación responde a la lógica de la política internacional del Secretariado Unificado. Es una orientación desastrosa que ha llevado a sectores enteros de esta corriente internacional a la liquidación política. Podemos citar los conocidos ejemplos del apoyo a Syriza en Grecia y a Podemos en España, o más recientemente la adaptación de todas las secciones brasileñas del SU, que se unieron al PSOL en Brasil. Esta organización, que anteriormente representaba un espacio para la izquierda anticapitalista independiente, con la figura de Guilherme Boulous, ha seguido la misma lógica de adaptación electoral, participando en la alianza de gobierno Lula-Alckmin con el pretexto de luchar contra la extrema derecha de Bolsonaro.

Hace años que los compañeros de la mayoría del SU siguen una deriva derrotista que los lleva a teorizar la necesidad de agruparse detrás de la izquierda reformista y justificar su actual oportunismo. Consiguen justificar una caracterización de la caída del Muro de Berlín como una derrota histórica que implicaría un largo periodo de retroceso para nuestro campo social en el que ninguna revolución es posible. Sería una especie de nuevo período de «crisis y guerras», pero sin revolución. Por eso nuestros antiguos compañeros proponen avanzar hacia formaciones amplias o frentes populares, sin independencia de clase. Esta orientación política les llevó a la liquidación política y a la escisión del viejo NPA, rompiendo con la tradición revolucionaria del NPA y de la Ligue Communiste Révolutionnaire.

Esta discusión es fundamental para nosotros hoy, porque la adaptación de nuestros antiguos portavoces a los juegos institucionales no es sólo un error de rumbo circunstancial, sino una deriva que en cierto modo ya estaba presente en el momento de la creación del NPA en 2009. En este sentido, la disolución de la Ligue Communiste Révolutionnaire para dar paso a la construcción del Nuevo Partido Anticapitalista condujo a estas definiciones erróneas y derrotistas en la caracterización de una etapa internacional en la lucha de clases, con las consecuencias políticas y organizativas que ello conlleva. La concepción de un partido anticapitalista amplio, no militante, sin delimitación de los reformistas, según las premisas de 2009, ha fracasado claramente, porque no nos prepara para las confrontaciones y desequilibrios de la nueva etapa.

La escisión del NPA y la capitulación del NPA-L’Anticapitaliste ante el NFP marcan también el abandono de la independencia de clase de la corriente llamada «mandelista», principal corriente de extrema izquierda en Francia después de 1968. Es un paso atrás que lamentamos. Elaborar un balance completo, colectivo y crítico de esta experiencia es fundamental para sentar las bases del relanzamiento de una perspectiva revolucionaria en Francia.

ii) Problemas y desafíos del NPA-Révolutionnaires

Los militantes que formamos el NPA-Révolutionnaires hemos optado por continuar el NPA, como política defensiva para evitar la escisión, salvar la independencia política de nuestra organización y afirmar la necesidad de construir un partido de militantes revolucionarios independientes. Dos años después de la escisión y en el momento de nuestro primer congreso, tenemos que evaluar los problemas y retos a los que se enfrenta nuestra organización.

Hay muchas cosas que podemos reivindicar de nuestra «vieja» organización. El «viejo» NPA era un partido con miles de militantes, que reunía a militantes anticapitalistas y revolucionarios de diferentes tradiciones, era el principal partido de extrema izquierda en Francia y era una referencia a nivel nacional. El NPA era una organización con vínculos con todas las organizaciones, sindicatos, colectivos, partidos y asociaciones, así como portavoces reconocidos a escala nacional. Desde el punto de vista organizativo, a nuestra antigua organización no le resultaba imposible orientarse hacia espacios de coordinación de las luchas con los movimientos feministas, ecologistas o internacionales. No negaba ni ocultaba los debates internos, permitiendo que se presentaran incluso con posiciones contradictorias, y respetando los derechos de las minorías a la representación. Estos son elementos que creemos deben preservarse en nuestras futuras prácticas militantes.

El NPA-Révolutionnaires parte con las dificultades objetivas de una nueva organización que empieza a configurarse como tal. Aunque el partido es más pequeño, su carácter militante, su composición joven y la claridad sobre su independencia de clase son puntos de apoyo positivos. Sin embargo, el partido tiene un problema que superar en su apego al nombre del NPA, que sigue asociado en gran medida a los antiguos portavoces de Poutou y Besancenot, plenamente integrados en el NFP. Nuestra falta de portavoces reconocidos a nivel nacional es una dificultad para hacer audible nuestra política, y debemos proponernos la tarea de construir portavoces representativos de nuestra clase. En este sentido, la participación electoral es esencial.

Nos parece que nuestro partido atraviesa actualmente otras dificultades vinculadas a problemas de orientación. No podemos escribir cada semana sobre la necesidad de destruir el capitalismo sin explicar cómo pensamos que nuestra clase puede lograrlo. Existe una dificultad real para formular instrucciones y reivindicaciones transitorias que vinculen nuestras demandas inmediatas con los objetivos finales. Necesitamos una orientación que sea útil para darnos perspectivas políticas reales que no sean la mera repetición de consignas. Necesitamos un diálogo con el nivel de conciencia real y existente de nuestra clase, en su composición y fragmentación actuales. La falta de elaboración política, de reflexión teórica y la simplificación de las posiciones políticas a formulaciones de propaganda o denuncia general desarman al partido en su capacidad de intervenir en movimientos reales de lucha con el objetivo de cambiar la realidad.

iii) La «fusión sin precedentes» de dos tendencias mayoritarias y el peligro de convertirse en una versión reducida de Lutte Ouvrière

Vamos a abordar sin tabúes lo que consideramos los principales problemas políticos de nuestro partido, en primer lugar el de la «fusión». Los compañeros de la dirección mayoritaria proclaman con orgullo su «fusión sin precedentes». De hecho, los compañeros proponen que su fusión no tiene precedentes en la historia. Los compañeros deberían repasar la historia del movimiento revolucionario para ver lo ridícula que es esta afirmación. Que dos grupos de trayectorias diferentes se encuentren al final de un proceso común es algo que existe en todas partes y ha existido siempre. Es más, que dos grupos del NPA formen un bloque de dirección y reúnan una plataforma común para un congreso es algo que ha ocurrido en muchas ocasiones en la historia de nuestra organización. La unidad entre l’Étincelle [La Chispa] y A&R no es un acontecimiento histórico para la historia de la clase obrera. Lo que es histórico en todo caso es la ruptura definitiva con el NPA y la capitulación de la corriente histórica surgida de la LCR. Sacar lecciones de esta experiencia es vital para relanzar una perspectiva revolucionaria en Francia.

Sin embargo, los compañeros de la mayoría pretenden fusionarse sobre la base de un acuerdo organizativo, poniendo en un fondo común lo que hacen juntos y lo que hacen por separado. En este punto, la situación es un tanto inédita, porque no hay otros casos de fusiones basadas en la unificación de órganos organizativos sin ningún acuerdo sobre el programa y la estrategia. Existen acuerdos de aparato, en particular para la creación de frentes electorales, pero fusionar dos corrientes políticas de esta manera implica una cierta originalidad de método. Además, nos cuesta ver cómo los compañeros podrían exportar esta deriva organizativa al plano internacional, proponiendo a las demás corrientes internacionales del movimiento trotskista un reagrupamiento internacional sin bases políticas.

Por otra parte, la fusión de la mayoría por arriba funciona internamente como un bloqueo a los debates por abajo. Desde este punto de vista, el cierre del acuerdo de dirección a las dos corrientes mayoritarias deja de lado la posibilidad de integrar políticamente las otras sensibilidades que existen en nuestra organización. En este sentido, nos asombra especialmente el faccionalismo y la hostilidad creciente de la dirección mayoritaria hacia nuestra sensibilidad política, que es ciertamente minoritaria en Francia, pero que se ha desarrollado internacionalmente, con una trayectoria política y una elaboración teórica que supera con creces la de las demás corrientes del NPA-R. Este desprecio por la experiencia internacional y la elaboración teórica es sorprendente, cuando los compañeros podrían aprovecharlo para aprender de estas experiencias al enfrentarse a la multiplicidad de problemas políticos que implica dirigir una organización revolucionaria en Francia. Nuestra exclusión de los órganos ejecutivos del partido y de su sector juvenil es sintomática de este desprecio y de esta cerrazón. Esta decisión es tanto más sorprendente cuanto que nuestra corriente siempre ha militado por la unidad de nuestras corrientes respectivas. Recordamos que tuvimos que luchar mucho en los meses previos al Congreso de 2022 para que los compañeros de l’Étincelle [La Chispa] aceptaran una plataforma común con los compañeros de A&R, incluso firmando una tribuna conjunta con los compañeros de esa corriente y muchos compañeros sin tendencia. También queremos reiterar la definición que dejamos clara en el último CNJ: la fusión es una fiesta a la que nunca hemos sido invitados.

Pasemos al segundo gran problema de nuestra organización, el peligro de convertirnos en una versión reducida de Lutte Ouvrière. Compañeros de otras corrientes ya han hablado de la « lucha-obrerización » del NPA-R o de su « étincellisation [« chispaisación »] ». Más allá de las injustas etiquetas que no queremos reproducir, lo que nos interesa es señalar el problema político de este fenómeno.

La bancarrota política y la deriva oportunista de los compañeros que constituían la antigua mayoría del NPA antes del 5º Congreso no significa que, por oposición mecánica y simplista, tengamos que «hacer como LO». Ciertamente, los compañeros de Lutte Ouvrière tienen el mérito de constituir la principal fuerza política revolucionaria en Francia, de tener una importante capacidad de organización a nivel nacional y de haber logrado encarnar una opción de independencia de clase a nivel electoral durante la última secuencia de elecciones europeas y legislativas. También éramos partidarios de un frente electoral entre nuestras dos organizaciones, que lamentablemente Lutte Ouvrière rechazó.

Sin embargo, Lutte Ouvrière es una organización que se caracteriza por prácticas rutinarias y dogmáticas sin reflexionar sobre los cambios dinámicos de la época y sin adaptar sus posiciones y métodos en función de las necesidades de la lucha política. La indiferencia de LO hacia la vida fuera de su propia organización ha demostrado ser poco adecuada para el turbulento periodo de polarización internacional que acabamos de describir. La insensibilidad de esta organización ante el ascenso de la extrema derecha y el desaprovechamiento de una situación que ofrecía la oportunidad de formar un frente electoral de revolucionarios durante las elecciones legislativas son sintomáticos de este problema. El ridículo debate que tuvo lugar en la RER entre nuestras dos organizaciones fue una caricatura del marxismo revolucionario que sólo pudo provocar la risa de los compañeros presentes, sin aportar nada en términos de perspectivas de intervención revolucionaria en la situación actual.

Debido a los límites de su orientación política y a su hipótesis estratégica de espera y derrota, no creemos que LO sea capaz de liderar un frente revolucionario a su alrededor para dar respuestas políticas a la combatividad de nuestra clase en periodos de inestabilidad y grandes enfrentamientos. Por estas razones, nos negamos a que el NPA-R se convierta en un satélite condenado a orbitar alrededor de un nuevo planeta de referencia, que no constituye ningún centro gravitacional para la vanguardia, el activismo y los movimientos de lucha contra el gobierno y el sistema capitalista.

iv) Un partido de combate con una estrategia de lucha política revolucionaria global

Estamos a favor de construir un partido de combate, con una estrategia de lucha política revolucionaria global. Para construir un partido, tenemos que empezar a pensar en nosotros mismos más como un partido y menos como una facción. Un partido implica un programa, definiciones estratégicas, etapas de construcción, pertenencia a una Internacional, cuestiones que aún deben ser respondidas por los NPA-Révolutionnaires. Debemos responder a todas estas necesidades.

Estamos en una nueva etapa de la lucha de clases, en un mundo más peligroso y polarizado, en el que es esencial formar a nuevas generaciones de militantes revolucionarios a través de la lucha, para las batallas venideras. Queremos construir un partido de combate obrero con una estrategia de lucha política, no sólo propagandística, sino capaz de dar una perspectiva global a los movimientos de protesta social de nuestra clase.

Queremos relanzar la batalla por el socialismo en el siglo XXI. Para ello, necesitamos repensar la teoría de la revolución y las evaluaciones históricas de las revoluciones pasadas. Es esencial hacer balance de la experiencia del estalinismo y de la burocratización si queremos repensar el proyecto comunista revolucionario de hoy.

Este primer congreso debe servir para plantear estas cuestiones fundamentales y llevar a cabo colectivamente una refundación revolucionaria del NPA-Révolutionnaires. Tras la escisión del NPA, la izquierda revolucionaria necesita reconstruirse en Francia; este congreso es una oportunidad para perseguir ese objetivo. Transformar las revueltas sociales en auténticas revoluciones socialistas.

 

 


 

 

Textos de las plataformas